A veces se me hace sal el pensamiento.

Se escribió sobre el escritorio...





La circularidad de las cosas,
de lo que siempre se repite.
- Siempre, siempre -
es un aforismo indeseado
para lo que quiere marchitarse,
perderse,
en el final del tiempo,
en lo que acaba por recluirse
y duele.
Es el olvido 
que se reivindica 
como victoria 
para aquello que no logra
desprenderse,
de lo raído de la memoria
lo que es cruz 
y pervierte.


Las deliberaciones matutinas,
las palabras sueltas
al viento;
las frases de cajón dichas
todo hacía parte
de un invento:
todas ellas se quedaron
como presas, fijas
mientras mi agonía se sucedía
y el ritmo de las cosas
me imponía
la habitual sevicia del hacer
cuando el bastión
estaba por vencerse.


A veces se me sala el pensamiento.


Se me llena de una especie de mansedumbre,
de una pequeña necesidad
a obedecer
como sirviente, 
a no decir nada
silente.
Confabulan en mi inhóspita 
incapacidad de hacerlo,
pensamientos vagos y tercos,
instalados en la córnea
vitrina del silencio.


La callejuela por la que transité,
la farola dormida.
Los rincones de la ciudad que fueron
y que son ahora promesa
para extranjeros y turistas.
Las cosas cambian
más para mí,
se paralizan.
Se hacen eternas las estaciones
y mi vagüedad extraña
me asfixia, 
me llena de una atmósfera que corroe
hace sombra 
y pulveriza;
la inexactitud de las cosas,
la resistencia del recuerdo,
todo permanece intacto
baúl, que se abre a destiempo.

A veces se me hace sal el pensamiento.
Se me fermenta la memoria
y una explosión de equívocos
suceden,
como si fuera ayer que incurrí
en cometerlos.
La circularidad de las cosas,
la premisa que sentencia
-piensa antes de hacerlo -,
todo ello vuelve
como impulso necesario
reincidente,
el olvido no es derrota
es sed
para quien en sus pensamientos
perece.

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