Recuerdo de un Olvido.

Se escribió sobre el escritorio...



Como un pedazo de vidrio,
de pieza suelta
y no sujeta.
Los reflejos del ópalo
incandescente en tu mirada,
en el vitral de tus ojos
que resplandece
con la luz de mi ausencia;
son la llama que se disipa,
que no espera 
que se apaga
y que se consume acusiosa
en la tremenda falta,
la carencia.


Esos pequeños trozos
que iban cayendo como membranas,
fibras desprendiéndose de mi cuerpo;
derruídos por el signo
de la esfera y el péndulo,
todos ellos se me iban
por la grieta de tu silencio.
Se colaban por las minúsculas
rendijas de tu desgajado ser,
ajeno.


Todo lo que perturba
es síntoma 
de lo que no se ha resuelto.
Recuerdo que se posterga
y que regresa
para ser pena.
Cruz de mi desánimo.
Piedra angular de mi caída.
La penumbra y oscura acechanza,
sombra de mi cobardía.


Las formas que se conocen,
la misma risa,
el mismo cabello;
son el transfondo del anticuario
del eterno retorno
al camino perpetuo.
Cristal traslúcido
la retina que te preserva 
como crisálida encerrado
en mi hemisferio derecho.


El recuerdo de un olvido
es la angustia constante de sabernos
acostumbrados a los mismos trajes
y a teñirlos
cuando han perdido su pigmento,
a sabiendas que en el fondo
son sus fibras
las que se están tiñiendo.




"Como los erizos, ya sabéis, los hombres un día sintieron su frío. Y quisieron compartirlo. Entonces inventaron el amor. El resultado fue, ya sabéis, como en los erizos.
¿Qué queda de las alegrías y penas del amor cuando éste desaparezca? Nada, o peor que nada; queda el recuerdo de un olvido. Y menos mal cuando no lo punza la sombra de aquellas espinas; de aquellas espinas, ya sabéis.
Las siguientes paginas son el recuerdo de un olvido." (Luis Cernuda, Antología poética, 1978)

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