Breviario de un desencuentro.

Se escribió sobre el escritorio...


La ensoñación
siempre es un cuadro,
o mejor,
un espejo.
Un retablo en el que caben
las sinfónicas notas
del silencio.
Todas las estaciones
quedaron perpetuadas
en tu lecho.
El frío de tu cuerpo,
el invierno floreciendo.
El otoño descubierto en tu tacto,
la primavera
deshojándose en tus besos.
Todo quedó sumido en un espasmo.
Una notoriedad de cosas
que se venían sucediendo.
El cansancio de los días,
lo pálido que se veía el encuentro.
Las ausencias prolongadas,
el disfraz con que te vestías
y me ensuciabas 
el pecho.
Todo fué quedando agónico,
reprimido en un portal único
en que las auroras dormían
y tu despertar a prisa
iba dejando las últimas huellas
de nuestro aliento.
Sucedieron tantas cosas.
Las rosas de la recamara
palidecieron.
Y yo, 
Calma y muda
me sumergí en la antífona
de un adiós,
de un desencuentro.

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