UNO NO PODRÍA.

Se escribió sobre el escritorio...



Zé Peixe, un hombre bajo, delgado y fibroso; corajudo, sencillo, enérgico, independiente y trabajador;
 supo envejecer con dignidad. Nunca fumó ni bebió alcohol, se iba a dormir a las 8
y despertaba antes del amanecer. Sonreía cuando salía hacia la mar y jamás usó zapatos.


Y uno no puede bastarse y pedirse clemencia,
echarse a la basura como cualquier mierda.
¡Eso no!
Tal vez uno podría echar a rodar la cabeza,
despojarse de las manos y los pies
para dejar de dar tantas vueltas.

Uno podría quitarse los labios 
para cerrar la jeta.
Podría también silenciarse 
y dejar de decir lo que primero se le cruce
por la testa.

Uno podría no pensar y ser un insomne extraño
sonámbulo siempre, 
transeúnte de la nada 
y muerto viviente.

Pero
¿y si uno escoge lo necesario?
¿Vivir a la luz de la pregunta en la mente,
seco y despojado de la necedad que es causa
de la costumbre y lo correspondiente?

Uno podría arrancarse y quebrarse,
degollarse si es preciso.
Lo que uno no podría es quemarse
cuando por dentro se es río, se es fuente.

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